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Más que una firma, una apuesta de país

La firma de un acuerdo de paz, lo que hace 15 años era para algunos (por no decir la mayoría) una meta común, hoy es una realidad que puede estar a la vuelta de la esquina. La pregunta es si estamos los colombianos listos para asumir ese reto, si están nuestras empresas trabajando ya para la construcción de esa Colombia sin conflicto y si estamos preparados para dejar de lado paradigmas del pasado e ingresar a un nuevo modelo de país que está por construirse.

Preparados para una nueva etapa

Me atrevo a decir que las compañías en Colombia están más que listas para construir una nueva realidad de país. La historia así lo muestra, los negocios que han prosperado, lo han hecho en medio de un conflicto. Los arriesgados y osados inversionistas nacionales y extranjeros que veían más allá de un titular de prensa o una noticia en televisión y se atrevían a continuar invirtiendo en nuestro país, hoy están recogiendo los frutos de ese esfuerzo. Claro, no podemos desconocer las dificultades que representaba ingresar a un mercado pequeño como el colombiano, con recelos internacionales sobre su seguridad y estabilidad, con brechas sociales tan marcadas y con una inequidad latente entre los grandes cascos urbanos y las regiones, pero es indudable que el esfuerzo hecho por algunos ha sido lo que ha abierto el camino para otros.

En este nuevo escenario que plantea la paz y por ende el largo recorrido que supone el postconflicto, todos tenemos un gran proceso de aprendizaje que recorrer. No se trata simplemente de perdonar, reparar y olvidar. Se trata de hacer nuestro un país nuevo, una nación sin conflicto, un territorio que tendrá otras preocupaciones y en el que seguramente habrá que trabajar para consolidar una seguridad territorial que garantice la continuidad de Colombia al margen de una guerra.

Algo mejor viene para Colombia

El proceso de paz deja aún grandes interrogantes en puntos fundamentales que deben ser aclarados y eso genera inquietudes en los ciudadanos, la comunidad internacional y, sin duda, en los empresarios. Pero es tal vez el momento de confiar en que algo mejor viene para Colombia más allá de sus 60 años de conflicto, con sus millones de muertos y víctimas. Lo queramos reconocer o no, el colombiano promedio ha vivido en conflicto y ese es su mundo, su definición de confianza está basada en ese país, su relación de apego y credulidad por el otro, también. Cambiar estas condiciones, aunque parezcan sencillas, son muy difíciles y requiere de generaciones para sanar las heridas, tanto las profundas como las más superficiales.

El engranaje de la sociedad civil, un gobierno apostado en la paz y un sector empresarial que asuma el riesgo y apueste por un futuro mejor (como lo ha venido haciendo en medio de los peores momentos de una Colombia altamente convulsionada), es la receta perfecta para que el país dé un giro, se transforme, cierre sus brechas y consolide una realidad distinta en donde las próximas generaciones no tengan que escuchar de secuestros, extorsiones, masacres y guerrilla.

Nunca antes en su historia Colombia había recibido tantas miradas internacionales como en estos últimos 15 años, el país ha logrado cambiar su imagen en el exterior. Las referencias de droga y narcotráfico se han ido desvaneciendo, en un esfuerzo que ha tomado más de una década. Otros actores hacen hoy las noticias. Ese país inviable de finales de los noventa es un territorio visto por muchos como la tierra de las oportunidades, siendo el sector empresarial e industrial un motor fundamental para su desarrollo.

Los problemas no se van a diluir o desaparecer como por arte de magia, pero tal vez nuestra visión no va a tener esa neblina que apoca la visión y no nos deja ver más allá. El camino resulta muy largo para construir el país que todos soñamos, pero es evidente que retirando esa venda de la guerra, muchos apostarán por su rápida recuperación, encontrando oportunidades nunca antes vistas y creando así otras nuevas y sectores para ser desarrollados. Suena mejor un país caminando un sendero de la reparación, que un país inmerso en un conflicto que pareciera parte de la realidad colectiva.

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